miércoles, 4 de marzo de 2009

Obama, copiando a Latinoamérica


Entre el 2008 y el 2009 el mundo parece haber dado un cambio de 180 grados. Hoy Washington encaja perfectamente en el estereotipo del país latinoamericano: (1) gasta más de lo que tiene y (2) aquellos en el poder pueden redistribuir riquezas a sus bróderes – como se dice acá en Nicaragua — en una fiel imitación de la tradición mercantilista latinoamericana.

Por partes: primero, el gobierno estadounidense le está dejando a los hijos y nietos de sus actuales contribuyentes, una herencia de un trillón de dólares más a su deuda actual. Aún no nacen, pero tendrán aguantar la resaca de la fiesta de gasto que se está dando hoy en Washington.

Lo segundo me preocupa más. La Tesorería de los EE.UU. recibió el año pasado un poder sin precedentes en este país: gastar, a libre discreción, un fondo de aproximadamente USD 700 mil millones para librar de “malos activos” a instituciones privadas que están “en problemas” por haberlos comprado. Hasta aquí, me recuerda la brutal experiencia que vivimos los ecuatorianos cuando nos endosaron todas las pérdidas de la banca privada a todos los contribuyentes ecuatorianos. Bien, regresando a EE.UU., como ese paquete no resolvió nada, ahora está prácticamente aprobado un nuevo paquete “de estímulo” de USD 800 mil millones más, aunque el presidente Obama afirma que hay un consenso en el país de incrementar considerablemente el gasto público para salir de la crisis[1].

En situaciones de crisis yace la ansiedad en los gobiernos de “hacer algo” o ser vistos haciendo algo. Esta ansiedad une a políticos como Chávez, Correa, Bush y Obama que se aferran al modelo keynesiano. Los keynesianos sostenían que había una relación negativa entre la inflación y el desempleo: a mayor inflación, menor desempleo y viceversa. Se pensaba que los políticos y funcionarios hábiles podían inyectar dinero, generando inflación y de esa manera reducir periódicamente los salarios reales de los trabajadores sin que estos se den cuenta.

Era (y es) la teoría ideal para aquellos políticos ansiosos de ser vistos haciendo algo (y de conseguir más poder para hacerlo). Pero el dominio de esta teoría se acabó en los setentas cuando un creciente gasto público derivó en altos déficits y una política monetaria expansionista derivó en una alta tasa de inflación. Esto se llamó “deflación” y, aunque la respuesta fue que el Estado intervenga, el resultado fue una alta tasa de desempleo.

Aquí se acabó la teoría keynesiana. Pensar que la misma política de aumentar el gasto público ahora tendrá resultados distintos, es un mero ejercicio de fe, pero nuestros gobiernos latinoamericanos, en sus repetidos ejercicios políticos, aún le apuestan más a la fe que a la historia de nuestra empobrecida región. Y claro, irónicamente, Obama también lo está haciendo.

Como decía Einstein, “… hacer lo mismo y esperar resultados distintos es un síndrome de locura…”


[1] El siguiente artículo plantea, quién tiene la razón sobre las medidas económicas que está adoptando el gobierno estadounidense.

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